¿ Por qué creemos que el e-book habrá de ganar la batalla sobre el libro de papel ? – Parte IV

Esta columna, que se ofrecerá en varias entregas, forma parte de la publicacion periódica del Estudio Adolfo Ruiz & Asociados, “Perspectivas Microeconómicas”.


¿ Por qué creemos que el e-book habrá de ganar la batalla sobre el libro de papel ? – Parte IV

En realidad, las editoriales enfrentan un problema insoluble de precio

La principal razón que nos lleva a estimar que la lucha entre el libro de papel y el libro electrónico se definirá en poco tiempo más en favor de este último, es el factor precio. El costo de un e-reader, como se le llama al soporte electrónico especialmente diseñado para la lectura de libros electrónicos, no es mayor al de una media docena de libros impresos, por lo que su amortización es muy rápida. El primer umbral económico para fijar el precio de un libro electrónico, a nuestro juicio, estaría dado por el costo de fotocopiar o de escanear un libro impreso –lo que, desde luego, podría ser ilegal si el título está protegido por derechos intelectuales-, o sea, aproximadamente entre unos cinco o diez dólares, según los países. El segundo umbral, es más bajo aún, ya que se podría copiar o enviar el archivo, casi sin costo (ilegalmente, si es que se violan derechos). Entonces, si el precio del libro electrónico si fija por debajo de los tres o cuatro dólares –no más-, serían pocos los lectores que eludirían tener una copia legal del libro original.

Si las editoriales electrónicas continúan como hasta ahora, fijando un precio ligeramente inferior al precio de tapa del libro impreso, pensamos que podrían perder o demorar esta competencia, pues muchos potenciales lectores optarán por incurrir en fraude (tal como ocurre con los films en DVD), argumentando -para su aparente tranquilidad de conciencia-, que no saben a priori si el material les terminará por gustar o no. Obsérvese que hasta ahora con los libros de papel, para el autor –salvo aquellos consagrados-, los derechos intelectuales sólo significan un 10% del precio de tapa del libro impreso, fuere escasa o abundante la venta de su obra. Por eso, pensamos que para los autores sería preferible cobrar un solo dólar por cada ejemplar electrónico vendido, que dos dólares por cada uno de los 500, 1.000 ó 2.000 libros impresos vendidos (siendo el costo para cada comprador de un ejemplar, cinco veces menor).

El hábito de la lectura no puede imponerse forzadamente o con prepotencia, pero convengamos en que, por lo menos, un alto precio lo desanima y, contrariamente, uno bajo lo estimula. Quienes vivieron en nuestro país la época de oro de los comics y las revistas semanales de actualidad (que tuviera lugar desde la 2ª gran guerra hasta la década del 1970) –cuando los costos del papel y del transporte eran mucho más baratos-, pudieron apreciar entonces como se divulgó dicho hábito de lectura, aún dentro de las clases socioeconómicas de bajo nivel de educación. Eso pasaba porque el acceso a los medios de lectura, era de baja incidencia en el presupuesto familiar y el grueso de los ingresos producidos por su venta, constituía un significativo retorno tanto para las editoriales como para los autores. Esto hoy ha cambiado, cualquier revista o libro de edición rústica tiene una incidencia importante en ese presupuesto hogareño y, lo que es peor, los ingresos que producen van a parar principalmente a las fábricas de papel y a las petroleras, pero no al autor o a los editores